Agua

Es mentira que haya dos clases de mujeres: las buenas y las malas, las que son putas y las que son santas. Habemos mujeres que cargamos con el mundo dentro de nosotras y pasamos la vida buscando un lugar donde echar raíces.

Yo, por ejemplo, cierro los ojos y trato de no ahogarme. Por fuera el agua me resbala, parece que me va a hundir pero sé que nada me ancla; por dentro hay una tormenta que nadie puede ver, ni yo misma. Estoy mojada, esperando que no sea así por siempre.

Mi vida es lo que pasa dentro de mis párpados cerrados: hablo y sigo inmóvil, escribo y sigo inmóvil, duermo, camino, sonrío… solo cuando bailo, baila también el interior conmigo.

Es mentira también, que haya en el mundo lo bueno y lo malo. Lo que hay son oportunidades y mucho, mucho tiempo. Mientras no deje de llover yo estaré a salvo, nadie piensa más que en sí mismo cuando llueve.

(Foto de Luis Canedo)

El día que volé sin miedo

Siempre tuve un miedo terrible a las alturas, pensar en un piso de cristal me daba náuseas instantáneamente, incluso asomarme por balcones o ventanas me mareaba; un día manejaba y sin querer me subí a un segundo piso, de esos que están de moda en la Ciudad de México, y me puse a llorar de la ansiedad. Era algo ilógico, que no sé de dónde viene, ni cuando empezó…

Hace poco, tomé la decisión de enfrentarlo y me subí a un globo aerostático:

(Léase con Erik Satie de fondo ww.youtube.com/watch?v=dtLHiou7anE)

Mientras me elevaba mi corazón latía muy fuerte, pero me sorprendió darme cuenta que no tenía miedo, lo que sentía era una inmensa alegría. Me gustaría poder describir toda la paz que sentía en ese momento, nada más existía a mí alrededor, no se sentía ni el viento, ni se oía ningún ruido. Comencé a llorar, porque no tuve otra manera de reaccionar ante lo que me había dado cuenta…

Mientras veía cómo nacía el sol y cientos de otros globos de colores llenaban el cielo, aprendí algo nuevo de mí. El miedo que tenía no era a las alturas en sí, era un miedo terrible a caerme y más precisamente, al dolor que sentiría al terminar de caer. Nunca había sentido lágrimas más íntimas como ese día, ni una emoción tan pasiva; ¡estaba volando y no tenía miedo!, por dentro estaba gritando de alegría, y por fuera sentía una serenidad absoluta.

Me di cuenta que ya había pasado lo peor hasta este momento de mi vida, ya había caído desde muy alto, ya había experimentado el dolor más intenso que he conocido; sin embargo no había muerto, ni me detuve por mucho tiempo… y ahora estaba ahí, casi levitando. Fue algo extraordinario.

Recuerdo que me sentía orgullosa de mi misma, algo que nunca en la vida había ocurrido antes. Me sentía en el centro de mi misma, más viva que antes, y sin pensar en planes concretos, estaba lista para seguir volando y aterrizar en cualquier otra parte del mundo. Estaba expectante de mi misma, pude ver el camino por el cuál caí, pude ver el proceso del sufrimiento, la agonía, la esperanza de recuperarme, el esfuerzo por seguir con mi vida, vi todo ese tiempo que me tomó llegar hasta perder el miedo. Vi mi vida entera mientras volaba, y me sentí orgullosa de haberla vivido.

También entendí algo muy curioso; al emprender este viaje pensaba que iba a aprender sobre otras culturas, que la gente me enseñaría sus ideas y sus maneras, buscaba aportar al mundo un poco de mi ayuda, pero al final aprendí sobre mi misma. Me fui de viaje para al final encontrarme a mí misma en el mismo lugar donde siempre había estado, conmigo.

Aun no sé mucho de la vida, pero mientras aprenda a volar para llegar más lejos, estoy dispuesta a vivirla.

Desde el aire

No se por qué de pronto me sentí con tanta tristeza cuando me di cuenta que, ahora sí, ya me estaba yendo. Últimamente he tenido que llorar, de urgencia, por necesidad, alguna que otra noche e independientemente de haber tenido un buen día. Creo que estoy realmente dejando ir, depurando, para no cargar nada extra en el viaje. No es coincidencia que mi maleta por primera vez sea más liviana. Mi equipaje se hace menos y mis sentimientos salen para no tener que aguantarlos más.

Pienso que ya es suficiente de haber sufrido, que ya me bastó para crecer y para salir adelante; que ahora sí, se lo suficiente y tengo las defensas necesarias para crear y construirme nuevas ideas, nuevos retos, quiero más, quiero todo lo que pueda tener ahora mismo. Estas lágrimas son las últimas que saco, como por despedida o nostalgia, o más bien de agradecimiento por haber superado una etapa tanto dolorosa como lenta; ahora si ya, puedo volar y dejar que lo que queda de mi aterrice en medio de nuevos escenarios.

No importa que no aprenda a perdonar, a fin de cuentas hay cosas que son imperdonables. Por ejemplo, no te perdono la soledad en que me sumí después de ver esa luz blanca, no te perdono despertar sola y dormir a tu lado sin tenerte. Arrepentirme es algo que tendré por tener estándares más altos que yo misma, sin embargo, qué bien que aun pueda estar viva para seguir luchando.

No recuerdas la belleza de la verdad ni la armonía de la noche, no conoces la sensación de estar a mi lado cuando nada parece soportar el peso de la dolorosa inmensidad. No supiste lo que es enseñar, ni amar a primera vista. En cambio yo me tengo, después de eso, después de ti y de otros, me tengo y me seguiré teniendo a mi misma.

Soy yo y a la vez tan otra. Me siento renovada, calculadora; sigo siendo entregada, apasionada, arriesgada y a la vez cuidadosa.

¿Quien soy? Allá voy a descubrirlo.

Mininos

A ustedes y todos los mininos que pude haber tenido y que no llegué a conocer, por algo de mala suerte, por inmadurez o por actuar precipitadamente, quiero rogarles que me perdonen no haberlos ni siquiera besado antes de enterrarlos lejos bajo un manzano, o un aguacate, no importa. Me alegra que por breves noches, tú así como ellos, lograste despertarme, por razones que no entiendo y no quiero seguir investigando. ¿Qué sonidos abrías hecho de haberte escuchado allí dentro? Hubiera quizá escuchado algún maullido, algún reclamo sordo a las inconsistencias de la vida. No me atormento pensando en que debí dejarte ser, no me arrepiento de haberte limitado antes de poder darte la vida, solo pienso en lo frágil que es el alma que se deja conmover por un ser tan diminuto, tan frágil que puede ser tirado a la deriva porque no ha aprendido a defenderse, ni a respirar en ese caso. Así que a ustedes, a tí, y a todos los mininos de este mundo que no llegaron a abrir los ojos, les digo que seguramente hubieran llenado este mundo de ternura, pero han sido las almas, sus almas, las sacrificadas sin rencores para hacernos a nosotros, a mi, a los que erramos tanto, seres un poco más sensibles.

Ni amigos ni amantes

Hay voces que cantan en el pensamiento de aquellos que se encuentran, dicen que hay que buscar hasta perderse a uno mismo y solo entonces podrán ser libres para salir corriendo de donde aman sin estar enamorados. Por momentos uno se convierte en el trabajo en proceso de un artista, quien esculpe cuidadosamente la piel y cada grieta, se convierte en un maestro que dirige con las manos o los labios la voluntad del otro, con sus movimientos y sus goces. Vigilante, admirado y expectante, la obra de arte espera ser terminada para erguirse y saberse amada, llena de la entrega apasionada del ser que la ha imaginado… Digamos que cambian los papeles con el tiempo, que ese que acechaba se convierte en fácil presa, digamos que los caminos de los amantes son así de inciertos e invertidos, solo así habría entre ellos verdadero balance restaurando el universo su equilibrio. Ahora el norte mira desde el fondo cómo se agitan en las aguas los espíritus, cómo pelean los hombres en la tierra, cómo mueren de explosiones las estrellas.

Después la calma serena perdida en la noche.

Los amantes son así de fugaces cuando se encuentran de improviso, quizá retengan por unos días sus partículas vibrantes, pero perderán impulso a menos que se busquen. Se sorprenderán que al encontrarse ya lo han vivido todo y no hay más placer en lo pasado, querrán seguir.

Otras son las voces de los amigos, las que quieren tan solo descubrir la belleza que solos no podrían. Las que dictan que no se necesitan y siguen juntos para poder vivir, las que susurran que incondicionalmente habrá alguien pensando en aquel perdido o desamparado. Las que callan cuando ríen, las que lloran cuando ríen, porque eso hacen los amigos: ríen a toda costa.

De los dos, ninguno te asemeja. No eres ni mi artista ni mi presa, no eres tampoco los ojos que me indican lo bello de la vida. Si quieres retenerme busca un apelativo, pero ya no acepto seguir siendo lo que no puede ser nombrado.

Nómbrame y seré tuya…

Serotonina

Me puedo llenar de ti por todo mi torrente, por mi cerebro y por todos los días que ahora despierto más viva que nunca. Pensar que he perdido todos estos años, las oportunidades y la belleza que han pasado desapercibidos. Estoy feliz de sentirme llena de eso que me hacía falta, lo noto en los deseos que se me despiertan hasta dormida; en las ganas incansables de terminar un libro aunque amanezca en vela. Quiero vivir cada minuto, de tristeza o de alegría por igual, no ansío tener más de lo que tengo y hago. Me quiero dar, compartir y a la vez estar conmigo misma, escuchando lo que antes no podía alcanzar con mis oídos, ni con mi alma. Pensé que algo me había consumido, que un ser me había penetrado hasta acabarme, pero se que no fue eso, se que fui perdiendo poco a poco el alma por los ojos de tanto llorarlos, fui perdiendo las fuerzas de levantarme por haber caído tantas veces, fui también gastando el pensamiento junto al tiempo transcurrido en ansias y presagios inventados. Lo único que no me gasté fue el amor que supo esconderse de mi por mucho tiempo, fue más listo como para parecer oculto en lo que no era, para que no lo buscara en mis noches desesperadas por tenerlo cerca. Se que aun no ha regresado, me ha dicho que sigue a la espera, pero ya lo he visto en muchos lados: en mis días lo oigo en los conciertos, me dice que anda cerca, yo respondo que no me tema.

Te pienso

Te pienso, cada huella se borra con las olas.

Te pienso, porque camino incesantemente.

Te pienso, cuando recuerdo la pasión de tus secretos.

Te pienso, si despierto un día vacía.

Te pienso, sintiendo un hueco en el vientre.

Te pienso, sabiendo una mentira.

Te pienso, imaginando lo que buscas.

Te pienso, si es que sigo alegre.

Te pienso, sin poder ser libre.

Te pienso, y termino por vaciarme.

Te pienso, aun sin tolerarlo.

Te pienso, después de ti te pienso.

Te pienso, en medio de la nada.

Te pienso, el paraíso está incompleto.

Te pienso, el deseo está apagado.

Te pienso, ya no soy porque te pienso.

Te pienso, los días como hoy te pienso.

Te pienso, porque se que has llorado.

Te pienso, tratando de entenderte.

Te pienso, tratando de invocarte.

Te pienso, tratando de librarte.

Te pienso, solo para no olvidarte.

Amor demorado

-Quiero vivir una y otra vez, por cada vida que nazca antes, después o lejos de él, quiero volver para buscarlo.

-Es una larga espera, dijo la voz.

-Pero una sola vida no es nada para quien espera en la siguiente encontrarse con quien ama.

La voz tuvo paciencia, se divertía un poco mientras ella vivía tantas veces.

Un día nació y tuvo que ocuparse, no hubo tiempo de buscarlo, no se acordó siquiera. Un día nació y se encontraron muy tarde, él la dejó en el hospital. Un día nació y él era un niño todavía. Un día nació y él no existió nunca. Un día nació y le dijo que no la amaba. Un día nació y se casó, se arrepintió más tarde.

La voz era condescendiente, le ofreció una salida; le dijo que por cada renacer se pierde aquello que antes los unía, le dijo que los dioses ya los habían perdonado y que cada ser podía vivir sin encontrarse, le dijo que la soledad ya no existía entre los hombres como castigo.

Ella calló y volvió a nacer. Y cada que nacía caía más y más hondo en un abismo, se acostumbró a morir, a nacer, a dejar ir.

Un día por fin se encontraron, ella ni siquiera intentó. Ya lo odiaba, por todas esas vidas en que ella lo buscó, en que ella moría y nacía de nuevo para perderle y encontrarle, y él solo vivía. Al final lo odió tanto que no tuvo nada que decirle, nada que perder y nada por lo que nacer de nuevo.

Era un día soleado, pero ese día no nació nadie.